La cronología de la despenalización de la homosexualidad en Ecuador, 25 AÑOS después
El entonces Tribunal Constitucional despenalizó la homosexualidad en el país el 25 de noviembre de 1997. Así se llegó a ese hito histórico.
No hay memoria sin historia. El 27 de noviembre de 1997, se logró la despenalización de la homosexualidad en el Ecuador; es decir, dejó de ser un delito. En 2022, aquel hito histórico para la población LGBTIQ+ cumple 25 años.
Es un cuarto de siglo de una decisión histórica, firmada por el entonces Tribunal Constitucional —antecesor de la actual Corte Constitucional. La lucha por esta conquista social fue encabezada por las mujeres trans de Quito —agrupadas en el colectivo Las Coccinelle.
Fueron las impulsoras de una causa que reclamaba el básico derecho de toda persona: no ser discriminada por su identidad, ideas, raza, género u orientación sexual. En definitiva: el derecho de cada ser humano de expresar libremente quién es, sin miedo a retaliaciones ni persecuciones.
Pero a finales de la década de 1990, esa condición básica seguía en disputa. Las Coccinelle lideraron la despenalización a pesar de que tuvieron la incomprensión de buena parte de la sociedad. Incluso, de ciertos colectivos LGBTI, como recuerda Purita Pelayo, una de sus fundadoras. No hubo nada que las detenga. “Ya era hora de que el público, el Estado, la Policía supiera que realmente estábamos en el público y que exigíamos reconocimiento y respeto”, dijo Purita Pelayo, lideresa trans, presidenta de la actual Nueva Coccinelle y precursora de la despenalización en Ecuador, en Aurora de GK.
La lucha de las Coccinelle –y otras organizaciones sociales— marcó la historia de la comunidad LGBTI , sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer. El Estado no ha cumplido con la reparación por la violencia que recibieron las mujeres trans y de los colectivos LGBTI. Fueron asesinadas, violadas, agredidas, golpeadas, gaseadas y estigmatizadas, sobre todo, por policías y militares. Y lo siguen siendo. El transfemicidio de la lideresa trans, Jéssica Martínez, y de decenas de mujeres trans –que aún ejercen el trabajo sexual como alternativa de sobrevivencia, confirma que la violencia, a 25 años de la despenalización, sigue arrebatando vidas.
Esta breve cronología contiene los principales momentos de la historia que llevaron a la despenalización de la homosexualidad.
1871: el Código Penal de la criminalización
Fue en el régimen del presidente conservador Gabriel García Moreno en el que se criminalizó, por primera vez, a la homosexualidad de los hombres. Durante su presidencia, la categorizaron como “sodomía” en el artículo 401 del Código Penal:
En los casos de sodomía, los culpables serán condenados a penitenciaría de cuatro a ocho años cuando no intervenga violencia ni amenazas; de ocho a doce años cuando interviniere una de estas circunstancias, y con penitenciaría extraordinaria cuando la víctima fuese menor de edad.
Igual pena que los culpables tendrán los que hubieren prestado su consentimiento o favorecido el crimen o atentado de esta especie.
Si el atentado ha sido cometido por los padres, el culpable será privado, además, de los derechos y prerrogativas que el Código Civil concede sobre la persona y bienes del hijo.
1906: ampliación de la criminalización
Históricamente, Ecuador ha criminalizado a las diversidades sexuales. En la vida republicana del país, la homosexualidad continuó siendo definida penalmente como “sodomía” criminalizada el Código Penal de 1906, en el gobierno del general Eloy Alfaro. Hubo reformas: se incorporó el cometimiento de “sodomía” por parte de maestros y docentes. La criminalización seguía siendo la misma, pero pasó al artículo 364, que decía:
En los casos de sodomía, los culpados serán condenados a reclusión mayor, de cuatro a ocho años, si no intervienen violencias o amenazas; y en caso contrario, la pena de reclusión será de ocho a doce años.
Si la víctima fuere menor de catorce años, el crimen se castigará con reclusión mayor extraordinaria.
Igual pena que los culpados, tendrán los que hubieren prestado consentimiento ha favorecido el crimen o atentado de esta especie.
Si el atentado ha sido cometido por los padres, el culpado será privado, además, de los derechos y prerrogativas que el Código Civil concede sobre la persona del hijo. Si ha sido cometido por ministros del culto, maestros de escuela, profesores de colegio o institutores, en las personas confiadas a su dirección y cuidado, la pena será de reclusión extraordinaria.
1927: Un hombre muerto a puntapiés, inmortalizado a Pablo Palacio
Un hombre muerto a puntapiés fue la primera obra literaria que abordó la homosexualidad de forma abierta en Ecuador.
Su autor, el abogado y escritor lojano Pablo Palacio, la escribió cuando tenía apenas 20 años. Fue publicado en abril de 1926 en la revista Hélice. Un año después, Un hombre muerto a puntapiés le dio nombre a la antología de cuentos del autor, compuesta por nueve textos.
Palacio escribió Un hombre muerto a puntapiés en una época donde la homosexualidad era un delito.
El relato que parte de la insaciable convicción de búsqueda de un investigador ante la noticia de crónica roja del Diario de La Tarde: el asesinato de Octavio Ramírez, el hombre muerto a puntapiés. Lo único que sabía el investigador, por la nota de prensa, era que Ramírez era “vicioso”, asociado a lo “inmoral”, a lo “perverso”. Así eran vistas las personas de las diversidades sexuales.
Finalmente, concluye en que el padre de un adolescente lo asesinó porque Ramírez, supuestamente, había querido seducirlo.
“Decidí estar presente para que ninguna lesbiana más sienta que no pertenece”
Nací bien lesbiana. Demasiado lesbiana. Aunque suene un estereotipo, odiaba ponerme los vestidos que mi mamá quería —rosados y con florcitas. Odiaba el pomposo peinado con el que venía el vestido, el peinado que me duraba apenas cinco minutos. Odiaba las medias blancas que parecían manteles. Los aretes. Y las faldas. ¿Quién carajos le pone una falda a una niña? No me dejaban trepar libremente a las rejas de la escuela. No me dejaban perseguir a los compañeros.
De niña, mi ropa favorita era la que lograba sacar a escondidas del clóset de mi hermano mayor.
Vivía moreteada, despeinada, y queriendo convencer a mis hermanos de hacer cambalaches: las insípidas barbies que me daba mi abuelita, por sus increíbles GI Joes. Un trueque que parecería justo.
Quizás mi orientación sexual siempre estuvo al frente mío. Pero pasaron muchos años más para entenderlo.
Crecí y me volví una mujer “normal” que quiere hacer su vida romántica, sentimental y sexual como cualquier otra.
Hice lo que se suponía que debían hacer las mujeres “normales”, como tener novios. Y lo intenté. Lo intenté tanto que casi marcaba novios como marcar entradas y salidas de un trabajo. Pero no ese tipo de trabajo al que vas inspirada a hacer algo que amas. No. Aquí no se me movía nada, ni el corazón. Claro que seguía palpitando, pero yo estaba muerta por dentro.