Noti Amazonía

Diario Digital Amazónico, desde 13 julio 2017

Mundo

Colombia: Jóvenes y descentralización: los motores de las movilizaciones

En la historia reciente no hay un movimiento popular tan sólido y duradero como el que tiene a miles de personas en las calles, que incluso, en medio de una pandemia, salieron a exigir cambios de fondo en el país. El éxito radica en que no existe más la típica marcha de un par de días y hasta la Plaza de Bolívar, sino todo un tejido entre barrios con liderazgo juvenil.

Desde que se reanudó el paro nacional, el pasado 28 de abril, se retiraron las reformas tributaria y de salud, la realización de la Copa América en Colombia y se han dado varios cambios en el gabinete del Gobierno Nacional. Estas peticiones, entre otras, se han escuchado desde hace casi un mes en las calles del país, donde se han agolpado ríos de personas haciendo exigencias de todo tipo.

Es una movilización que involucra a múltiples sectores y con dinámicas diferentes en comparación, por ejemplo con la jornada de protestas de 2013. Además, está ocurriendo en el momento más complicado de una pandemia y ha tenido como protagonistas a los jóvenes, que han logrado prolongar el entusiasmo de los manifestantes. ¿Cómo lo han hecho?

Lo primero que se debe mencionar es que estos días de revuelta, aunque fueron detonados por la fallida reforma tributaria, son la prolongación del inédito estallido social que vivió, sobre todo Bogotá, el pasado 21 de noviembre de 2019. La temporada decembrina de ese año apagó un poco la furia contra el Gobierno y, aunque las marchas se reanudaron en 2020, la pandemia las aplacó del todo. Hubo otro antecedente, el “9-10S”, que fue más una movilización contra la Policía, pero que marcó una nueva táctica que hoy se retoma y tiene vivo el paro: la protesta atomizada en los barrios.

No ha sido igual, porque en ese entonces la furia se tradujo en vandalismo y quema de varias estaciones policiales. En esta ocasión se trata de algo más organizado y ambicioso, que de todas formas no ha logrado desmarcarse de actos vandálicos y choques con la Fuerza Pública. Es un movimiento liderado por jóvenes, que desde las localidades pretenden hacer un tejido que empiece a envolver a personas de todo tipo, que también compartan su rechazo, más que contra el Gobierno de Iván Duque, contra el Estado mismo.

Así han logrado convertir zonas que antes no eran más que plazoletas o estatuas de barrio, en bastiones de resistencia y puntos de encuentro para las largas jornadas de manifestación. Las inmediaciones de los portales Américas, Norte y Calle 80, los monumentos a los Héroes y a las Banderas, el Park Way y el Parque de los Hippies, entre otros, reemplazaron a la Plaza de Bolívar como la principal zona de concentración de las marchas. En el Portal de las Américas, incluso, se creó un espacio humanitario en el que hay hasta una olla comunal y un equipo de cocina que garantiza alimentación diaria a más de 700 personas.

Y no solo hay descentralización de las marchas. Otra particularidad de este proceso: el liderazgo ya no está centralizado en una persona o un movimiento político, y mucho menos en el Comité Nacional del Paro, que busca negociar con el Gobierno. Por eso, incluso si esas partes llegan a un acuerdo, dicen que las protestas se mantendrán, porque las exigencias de estos jóvenes trascienden un gobierno y escalan al nivel de transformaciones profundas en la sociedad colombiana. Por eso no fue extraño que al preguntarles a varios jóvenes en las calles sus motivos para seguir marchando, la palabra más repetida entre ellos era: “dignidad”.

Julián Báez es un líder juvenil de Bogotá. Se mueve por varias localidades y explica que, como en los últimos tiempos las movilizaciones no estaban generando ningún impacto y el descontento se quedaba en una o dos marchas hacia la Plaza de Bolívar, “los jóvenes empezamos a proponer que era momento de ir a otros lugares a hablar y a organizar a la comunidad”.

Esto significa que, si bien antes había una marcha de profesores, otra de estudiantes, otra de trabajadores, ahora “todas se entrelazan y no se habla de sectores sino de habitantes”, explica Báez, algo que ha traído una consecuencia adicional: ahora la gente presencia en sus barrios tanto las marchas y arengas, como los desmanes y gases lacrimógenos que antes veía en televisión.

Loading